

Estos otros guaches llegaron de Zirándaro, del centro las Zirandas, son también alumnos del Tecolote y ellos portan el estandarte que les da la libertad y la entrega a un mundo posible y hoy negado. Estos guaches tienen el valor de ser sencibles e imaginativos, recordar ancestros y regresar a la tierra a los antepasados: comienza asi el ritual.

Un hoyo para la tarima es parte de este ritual. Los músicos tocan esos sones que ya de por si son remembranza de personajes idos y luego la memoria nos juega jugarretas con eso de lso entierros... pero se trata de una tarima, el mejor acompañamiento en el fandango de los otros instrumentos: jarana, arpa, vihuela, tamborita...

Mientras, otros guaches se divierten quitandose el calor en el charco de los idems (sapos). El entorno ya es mágico, entonces se acerca la parte climatica.




Y ablando de viejos compadres, los brujos de Huejutla al escenario...

Ya había dicho que amo a las niñas persiguiendo pollos, pero amo más a las que tocan tamborita. Si las que persiguen pollos son seres mitológicos,la que toca la tamborita ha recreado toda una imagenería en torno a las deidades de la música y su nacimiento, su transición hacia el dominio del cosmos y la arboleda que traza los caminos de imaginación y la alegría a través de ritmos que parten desde los latidos del corazón. Mi tamborita que cargo late así...


Martín en su más pura escencia, sentimiento y voz, violín y más entimiento...


La tarima ha sido colocada, tal como los dioses de la música lo mandan. Un par de bailadores acompañan los acordes que complementan los sonidos de ese son que me hace sentir a dos corazones en mi pecho.

Los llantos del violín de Laura se hacen presentes en este rito.



Y el fandango a todo lo que da...









Y aquí el niño del tambor, seseando crecer para seguir tocando su tambor...

Castulo con sus querencias... el rito se ha cerrado.