viernes, 22 de mayo de 2009

El oficio de contar historias con imagenes



Si miro a este tiempo reflejado, juraría que mi espíritu escapó con la alegría de sus actores cuando se esfuman en el ambiente de danza y capas, de santos; de violines, como el agua limpia que se dejo derramar entre los dedos de las manos, cual frágil vida guardada que sucumbió al olvido voluntario. Miro este tiempo y no acabo de perder la calma al saber que el olvido es más poderoso la voluntad de conservar.


El tiempo no es el vehículo del olvido, sino solo la parte real de una existencia común a muchas memorias, muchas identidades, que a veces se fugan como los momentos mismos en que participamos de la vida. Por eso describo a este tiempo en los sitios que he permanecido, para que una parte de la memoria de esas identidades que vienen de otros tiempos también se acerquen a platicar de como eran otras épocas. Dos maneras de guardar mis recuerdos me son posibles, una de ellas es a través de las imágenes, la otra es la de escribir una parte de la vivencia con que me aproximé a los sotios y personas. A las culturas que se brindaron a mi para que las conociera, aunque fuera en parte.

Describir a la realidad a través de imágenes, tanto fijas como en movimiento es el ejercicio que más se me facilita. Pero me interesa aún más describir los sitios y personas que escapan a la vista cotidiana y en cambio, ofrecen aspectos dignos de ser reflejados. Los instantes pueden ser temporal y cognositivamente ampliados si descubrimos y nos acercamos a su identidad.


La Fotografía y el Documental son herramientas para segmentar y analizar la realidad. Pero la realidad que se atrapa y segmenta no solo esta afuera de las lentes sino se complementa con la que está atrás de la cámara, la del artifice que la opera y crea en su conciencia un mensaje que difundirá a otros, así la visión es selectiva, dinámica y orientada a reflejar algo que nos trastoca más allá de los sentidos.

Las presentes imagenes son de una parte de la vivencia la primera vez que visité a Los Reyes Coscatlán, en la sierra de Zongolica, Veracruz, en los límites de Puebla, en los límites de los tiempos y la prehistoria, en los mismos límites de la imaginación...

Regresé muchos años después a la región en un par de ocasiones, y aunque con pocos cambios, al arpero ya no lo encontré.  Conservo audios, fotos y video de ese último viaje y espepro muy pronto difundir para contribuir a mantener ese recuerdo que deseo compartir con ustedes y no dejar que el tiempo y el olvido de las épocas se nos escurra por completo de entre las manos.



Lo lamentable de esta situación, es que nadie heredó el oficio de arpero y una tradición de cientos de años se perdió para siempre, porque a pesar de que el pueblo de Los Reyes recuerde y tenga el recuerdo de las notas musicales, el sonido de las cuerdas, la imagen de quién la cargaba en los hombros y armonizaba a las fiestas patronales. no hay ya nadie que de continuidad a esta música, que es una mezcla de sonidos traídos como el instrumento de Europa, pero adaptado como los mitos ancestrales, a los sonidos de la cultura propia que viajaron con el tiempo y me hicieron escuchar alguna vez sus sonidos. 
Existen archivos sonoros de ellos, yo mismo grabé algunos y pronto recuperaré para colocar aquí la manera en que se escuchaba y miraba su ejecución. Trabajo en ello. Así mi historia se ra completada...